Cuando Marco Polo regresó de sus viajes, trajo consigo algunos productos exóticos que deslumbraron a las cortes europeas. Uno de ellos fue la porcelana china, que llamó así por su parecido con la superficie de los porcellana (caracoles). Ningún otro material podía ser tan fino, resistente y luminoso. Por lo que su popularidad comenzó a crecer hasta llegar a nuestros días.
En la entrada de hoy vamos a hablar del origen de la porcelana, mostraremos algunas de sus curiosidades y acabaremos con la increíble Taza de café o té Strawberry de Roy Kirkham. Uno de los mejores ejemplos de calidad y exquisitez que puedes llevar a tu mesa.
La invención de la porcelana
La porcelana es uno de los materiales cerámicos más duros que existen. Esto tiene numerosas aplicaciones en distintos campos, pero es en el sector de la decoración y las vajillas donde encuentra su mayor popularidad. Tiene su origen en la China de la dinastía Han, donde hace más de dos mil años se guardó celosamente el secreto de su fabricación.
Como muchos de los grandes descubrimientos de la humanidad, la porcelana se inventó por casualidad. Ya que la intención era hacer una arcilla que se pareciera al jade. El resultado sin embargo llegó a ser llamado “oro blanco” por su color resplandeciente. Un material fabricado a partir de feldespato y caolín, resistente a las altas temperaturas y que se limpia con facilidad.
La obsesión de las grandes cortes de Europa
La porcelana se convirtió en toda una obsesión para los monarcas y las principales cortes europeas. Pero el único país que sabía cómo se fabricaba era China, que no iba a revelar nunca el secreto. El viaje era largo, costoso y muchas piezas acaban rotas por el camino.
Los Médici de Italia intentaron reproducir la fórmula de la porcelana sin demasiado éxito en el siglo XVI. El resultado fue lo que se conoce como porcelana blanda, lo máximo a lo que podían aspirar los maestros alfareros de Florencia.
La porcelana blanda
La porcelana blanda o falsa porcelana, como también se la llamaba, tenía muy poco caolín. Esto provocaba un descenso drástico de su resistencia al calor, se podía rayar con más facilidad y era porosa, por lo que con el uso acababa impregnándose de los líquidos. Además, su color no era blanco puro, sino un tono más parecido al marfil.
El descubrimiento de Johann Fiedrich Böttger
En Europa no pudimos reproducir la fórmula hasta principios del siglo XVIII. Y, claro está, también fue por accidente. El químico Johann Fiedrich Böttger estaba trabajando en la corte del rey Augusto de Sajonia. ¿Su misión? Convertir cualquier metal en oro, uno de los pilares de la alquimia. No lo consiguió, pero dio con la fórmula de la porcelana auténtica.
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